Aunque tus labios me supieran
más dulces que la miel,
¿acaso podría besarlos
sin odiarme después?
Aunque tu cuerpo al abrazarlo
fuera cálido como el sol del atardecer,
¿podría acaso acariciarlo
sin consumirme después?
Aunque el brillo de tus ojos iluminaran
como las estrellas al anochecer,
¿podría mirarme en ellos
sin llorar por ti después?
Aunque tu piel al acariciarla
fuese como la seda sobre mi piel,
¿podría acaso sentirla
sin quemarme después?
Aunque fueses para mi la fuente
de la que sedienta quiero beber,
¿debería acaso entregarme
El Amor Prohibido o Eros y Psique de Antonio Canova |
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