Recuerdo como si fuera
ayer el día que se marchó. De esto hace ya casi 10 años. Marchaba ilusionado y
triste, contento por la oportunidad que se le presentaba, por su futuro
brillante en una nueva empresa, en un nuevo país, con su flamante coche nuevo,
que al ser italiano no estaba preparado para las frías temperaturas a las que
se iba a tener que enfrentar. Y triste por tener que abandonar a la mujer a la
que amaba. Allí iba el valiente aventurero en pos de su nuevo lugar en el
mundo!
Al darse el último
abrazo, él parecía muy triste, ella lloraba. La consoló recordándole que su
separación sería temporal, no más de un mes, y después estarían juntos siempre.
Él la esperaba loco de amor en su nuevo hogar helado.
Pero ella sabía la
verdad. Cuando él estuviera en un nuevo trabajo, en un nuevo país, conociendo
gente nueva, viviendo una experiencia nueva, ella no sería más que un recuerdo,
un lastre del que no iba a saber cómo librarse y lo haría de la peor forma;
dejando de llamarla, de escribirle, ignorando sus correos y mensajes, a no ser
que ella misma se proporcionara un final más digno. Nunca vi una mujer más
fuerte, supe que lo haría aunque el dolor le arrancara el alma.
En aquel momento, intentó
no pensar en eso, quiso creer que había esperanza, pero sus lágrimas la delataban,
sabía que era la última vez que lo vería en su vida y eso le destrozaba el
corazón.
Finalmente él partió con
un beso latiéndole aún en los labios, negándose a creer que iba a ser la última
vez que la tuviera entre sus brazos. “Nos veremos en un mes” se decía a sí
mismo. Pero eso nunca ocurrió…
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