Como si nunca jamás
me hubieran roto el corazón.
Como si nunca jamás
lo hubiera roto yo.
Como si no me hubieran
arrebatado el alma
y se la hubieran bebido
a grandes sorbos
ni me hubiera quedado vacía
por entregarlo todo.
Como si no hubiera devorado
un tiempo hasta el último segundo
mientras quedaba algo que vivir.
Así me presento ante ti,
desnuda y descalza.
Sin escudo, sin coraza.
Tan solo mi carne blanca,
mi alma en las manos
y mi corazón de par en par,
como una ventana abierta
a un mar desconocido.
Inocente como un recién nacido
que viene a la vida solo para ti.
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