Una vez más abandono Linares y dejo atrás a familia y amigos que me han estado acompañando y aguantando desde que volví en 2008. Dejo muchos viejos amigos, y también muchos amigos nuevos, a los que no siempre he visto tanto como quería con el rollo de, “Bueno, si vive aquí al lado, ya me paso un día de estos” ,y ese día nunca termina de llegar. Ahora que me voy, y no voy a tener la oportunidad y la suerte de tenerlos cerca cuando yo quiera, es cuando me lamento de todas esas ocasiones que he perdido de estar con ellos.
Conforme se va acercando el momento de partir empiezan los nervios y siento un poquito de pellizquito en la tripa ¿Será que en el fondo me da un poco de pena irme de Linares? Seguramente, por muchas ganas que tenga de irme ya y comenzar mi “nueva vida” y cambiar la ciudad por el mar, sí que sienta un poco de pena de dejar, no atrás, pero sí un poquito más lejos a tantas personas que han sido tan queridas para mi y que ahora voy a tener mucho más difícil ver.
Que raro se vuelve todo cuando llegan los momentos que tanto estamos esperando. Al final nunca son tan dulces como pensamos, siempre tienen ese puntito amargo, como el buen chocolate, sí, ese que tiene un 90% de cacao y siempre amarga un poquito al final. Tal vez es ese "puntito" el que marcan la diferencia. Los que sirven para distinguir los momentos importantes, los grandes cambios, de las nimiedades. Las pequeñas cosas que esperamos con ansia siempre son dulces cuando llegan.
Confío en que, ya que he tenido la suerte de reencontraros a algunos y de conoceros a otros, marcharme no signifique perderos ni sacaros de mi vida, que solo signifique que nos cuesta un poquito más vernos ...
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