Supe que si miraba fijamente al mar acabaría siendo parte de
él. Me senté en la arena y observé el agua brillar, latir, palpitar, agitarse y
después calmarse, volverse como un espejo del cielo para esperarme.
Caminé despacio, mis piernas se deshacían, después de tanto
tiempo solo eran de sal y arena. Me sumergí en él, y nadé y nadé lejos de la
playa, lejos de las casas, lejos de la tierra. Seguí nadando, hasta ser una
parte de él, otro más de sus seres, que nada, se nutre y respira por él. Me
brotó cola de pez, mis pies desaparecieron, mi cabello se volvió verde, como
las algas y amarillo como la arena. Mis ojos se volvieron azules, como el
cielo; verdes, como el mar; negros, como la noche y grises, como la tormenta.
Mi piel se volvió transparente, casi invisible, como la
misma agua.
El mar se convirtió en mi padre y yo en su hija, él me
protegía, me alimentaba, me guiaba y me escondía, ya no había distancias que no
pudiera recorrer, ni aguas prohibidas, ya no había fronteras. El mar me acogió
y yo me volví sirena ..
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